miércoles, 2 de noviembre de 2011

DE LA CASUALIDAD

Por: José Tamborrel Suárez


Año: 1952





La casualidad no existe, ni puede existir jamás.



A lo que se le da ese nombre, no es sino a un acto que forma parte de una seria, o como dijo Disraeli: ---"Es sólo el eslabón de una cadena"… Por su parte, Voltaire, opinaba: ---"Que la casualidad es una palabra sin sentido, ya que nada puede existir sin una causa…"



















DE LA CARIDAD

Por: José Tamborrel Suárez


Año: 1952





Si todos cediéramos lo que nos sobra, nadie padecería miseria ni necesidad.



Pocos son los caritativos; pero muchos los que presumen serlo.



La caridad es difícil, porque la miseria se esconde.



Saber hacer la caridad es un difícil arte, que pocos llegan a dominar.



Cuando la Vida nos concede alguna cosa buena, paguémoslo realizando obras de servicio.



El hombre realmente caritativo siente pena de se conozca lo que hace. Por eso obra siempre calladamente.



Paguemos los bienes que la Vida nos concede con igual moneda. Nada de sacrificios inútiles: peregrinaciones pie, de rodillas, etc. Si recibimos un bien hagamos otro.

















DEL CARACTER

Por: José Tamborrel Suárez


Año: 1952




Los hombres de carácter norman sus actos de acuerdo con su criterio.


Es mejor reconocer que se carece de carácter, que aparentar que se tiene.


Esplendida cosecha recogerá en vida el que tiene la suerte de poseer un carácter dulce y apacible.


Inteligentemente procura combinar la energía con la dulzura. Es una mezcla que produce magníficos resultados.


Una de las mejores reglas para la formación del carácter es hablar poco y oír mucho.


El que acepta ser esclavo de una costumbre o de un vicio, acepta que ha perdido el dominio de sí mismo, convirtiéndose en una más de la enorme falange "de los sin carácter".


Antes de apelar a los demás, debe uno apelar a sí mismo, a sus reservas de carácter, de voluntad y energía…


Para poder llegar a ser un hombre en todo el sentido de la palabra, debemos disciplinar a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu.


De uno depende tener resolución y carácter. No echemos la culpa a nadie de nuestra manera de ser a este respecto. Tengamos valor de confesar nuestra poquedad de espíritu.


El hombre no puede mostrar toda la fuerza de su carácter, sino cuando se encuentra en un momento difícil.


El carácter que tendrá uno, se refleja desde los primeros años.


Hay que tener una buena dosis de carácter para decir cosas que de antemano de sabe van a ser mal acogidas y a producir reacciones contrarias.


Para los hombres de carácter, los contratiempos constituyen el mejor incentivo para la lucha y el éxito.


Para los que no se arredran no existen imposibles.


Los hombres de carácter siempre se imponen. Los que carecen de él están condenados a vivir sujetos a la obediencia.


La voluntad debe imponerse al arraigamiento de las malas costumbres.


Es imposible que las malas inclinaciones puedan arraigar si uno no quiere.


Los grandes caracteres solamente pueden forjarse a través del dolor y el sufrimiento.


No es gracia saber mandar a los demás: la gracia es saber mandarse a sí mismo.


No hay que preocuparse por dominar a los demás. ¡Eso es imposible! Por lo que hay que preocuparse es por obtener dominio sobre sí mismo.


Si uno se sabe controlar, lo más posible es que pueda controlar a los demás.


Ejercitando la voluntad en cosas pequeñas y sin importancia, insensiblemente se va creando una poderosa fuerza interior, capaz de arrollar con todo.


De nada sirve la inteligencia, la cultura, la fuerza y la riqueza, si no cuentan con el apoyo del carácter.






















DE LA CANTURRIA

Por: José Tamborrel Suárez


Año: 1952



A juzgar por la voz que tienen la mayor parte de las cancioneras podría uno juzgar que todas ellas son dadas al feo vicio de la embriaguez.


Con las cancioneras modernas pasa lo que con los pintores de ahora: "Son más malos, mayores éxitos…"


Oír la voz desagradable de una cancionera de la radio… ¡y salir corriendo!...


De que las humildes familias cantan mejor que las cancioneras profesionales, ¡ni quien lo dude!...


Un culto matrimonio amigo mío, me contó de una singular promesa que había hecho (con un gran sacrificio), de que si algo que ellos deseaban ardientemente se les concedía, oirían por espacio de una larga hora, la voz cascada y monótona de la mejor cancionera de la ciudad… La suerte les concedió lo que anhelaban… t tuvieron que cumplir su ofrecimiento… ¡pero por poco se mueren!


Oír a una cancionera es como si se oyeran a las doscientas mil que existen. ¡Todas tienen el mismo timbre desagradable!


¡Dios mío, que estilo tan desagradable han tomado nuestras cancioneras en los últimos tiempos!... ¡Ni quien las aguante!


Para ponerse de mal humor, y darse a los cincuenta mil demonios, no hay como oír a una famosa cancionera… ¡Es algo horrible!


De todos los países del mundo, los Estados Unidos de América, Argentina, Cuba y México, son los que tienen el estilo de cantar más aburrido, molesto, fastidioso y tonto. Ne refiero naturalmente al llamado estilo moderno. En cada uno de estos países, todas sus canciones se modulan igual, tienen el mismo timbre, dicen las mismas necedades y el "sonsonete" es parecido. Jamás he podido distinguir la diferencia entre una y otra, de tal manera que todas son exactamente iguales… ¡Que diferencia de la canción que podríamos llamar "antigua"! ¡Sobre todo, en México! Parece mentira que tan desagradables estilos de cantar hayan podido sentar plaza y afianzarse… La gente de buen gusto está "fastidiada" en estos países de América… ¡Definitivamente "fastidiada"!


En México, el estilo moderno de cantar, además de horrible y aburrido, es causa de la degeneración del gusto de la gran masa del pueblo, que entes siempre fue inspirado. Para cantar como cantan las más famosas cancioneras de nuestro medio, no se necesita más que de estas sencillas características al alcance de cualquiera: tener la voz gruesa y lo más desagradable posible. Si de paso la cancionera tiene la suerte de ser bonita, tonta y vulgar, entonces su triunfo es definitivo.


En México no se puede concebir que una mujer que una mujer que tenga mala voz, no sea una buena cancionera admirada por el público… ¡A ese grado hemos llegado!