sábado, 25 de agosto de 2012

DE LA CRÍTICA


Por: José Tamborrel Suárez
Año: 1952

Raros son los hombres que tienen el valor suficiente para criticarse sinceramente a sí mismos.

La crítica es como el bumerán, siempre regresa a su punto de partida. El que critica debe estar siempre preparado para la respuesta.

Los que no gusten de la pelea, que no critiquen.

Por una crítica constructiva… mil destructivas.

Para dar rienda suelta a las pasiones, no hay como la crítica.

Por lo general, los reproches no dan buen resultado. El hombre que sabe vivir jamás reprocha.

¿No será mejor auto-inspeccionarse antes de criticar y ver los defectos de loa demás?...

El hombre ordinario calla lo que le gusta; pero alborota y discute por lo que le disgusta.

Critiquemos; pero sin llegar a la mala intención.

No es posible la uniformidad de pareceres. Esto da lugar a la inconformidad, la que a su vez engendra el ataque, el cual puede ser suave, bien intencionado, irónico, malévolo, candente, etc. Es raro que el ataque no vaya acompañado de pasión, que es lo que suele constituir su principal fuerza. El ataque viril y sincero es rarísimo. Los hombres gustan de atacar; pero por abajo, eludiendo las consecuencias y responsabilidades, ¡Tirar la piedra y esconder la mano!… ¡El valor civil es excepcional!…

Suavicemos nuestros juicios. No prejuzguemos, Tengamos presentes nuestras propias flaquezas, pasiones, impulsos, vicios…

El descontento es una especie de purgante para el espíritu. Su reacción es la crítica.

La crítica excita… los elogios calman…

Para triunfar sobre el ataque no hay mejor fórmula que la indiferencia.

Cuando una obra provoca ataque es buena señal, pues quiere decir que sirve y vale. La obra que provoca reacciones, generalmente es buena.

El crítico, por su manera de ser, digamos: por su costumbre de criticar, no puede disfrutar de infinitas cosas, especialmente de aquellas que son “su fuerte"

sábado, 11 de agosto de 2012

DEL EXHIBICIONISMO EN LAS PLAYAS


Por: José Tamborrel Suárez
Año: 1952

Es una lástima que todas las costumbres en las playas sean tan insensatas y llenas de snobismo pesado y vulgar.

Las playas se hacen odiosas por el snobismo degradante que impera en ellas.

La tontería y la licencia es lo que generalmente predomina en las llamadas playas de moda.

En la playa y en los demás lugares en donde el hombre y la mujer se exhibes en los ridículos trajes de baño, la educación se mueve de un lado para otro, con el fin de impedir se cometan ciertos actos contra “la moral”. En estos casos, hombres u mujeres se comportan “razonablemente”, pero a flor de cada uno de ellos está lo que son… ¡y lo que ´piensan!

Para sentir asco por algunas personas, no hay como verlas en la plata en traje de baño.

Es notable el “changuismo” que se exhibe en las playas.

Para darse cuenta de la pobreza física, moral y mental de la gente, no hay sitio mejor que las playas y lugares por el estilo. (En esos sitios, todos se sienten Venus, Apolos…y grandezas…

En las playas, las mujeres ya no se desvisten más, porque materialmente no pueden.

Una mujer puede exhibirse casi desnuda en una playa (simple pantaletas e insignificante ajustador) delante de miles de hombres desconocidos, vulgares y groseros y, sin embargo, ser decente, cándida, virtuosa, púdica, discreta, moderada, sencilla, pura, espiritual, juiciosa… ¡Ah, farsa de la corrompida sociedad!...

¡Qué farsa!... Una mujer no se deja ver en la calle vestida solamente con pantaletas y portabusto; pero en la playa si… ¿En que quedamos con la decencia?

Toda esa horrible alharaca que arman los bañistas en las piscinas y en las playas, no es por otra casa, aunque ellos no lo sepan, que por acallar su falta de pudor, latente en el fondo de cada uno de ellos.

El pudro es natural en el individuo. La falta de pudor no es natural y revela desde luego alguna anormalidad. El cubrirse o taparse es algo como una especie de amparo instintivo. El individuo normal siempre es pudoroso, y por nada de esta vida se exhibiría en forma contraria a las buenas reglas establecidas sobre el particular. Con la “civilización”, el instinto del pudor pudo desarrollarse más ampliamente, hasta llegar a ser una prensa moral indispensable en el ser humano en general. En esto, como n la mayor parte de las cosas, ¡se es o no se es!... La actitud de algunas mujeres resulta incongruente en esta cuestión. Por ejemplo; una mujer “decente” toma asiento cuidadosamente, viendo que el vestido “no se le suba”, y es capaz de pensar muy mal del hombre que fijara su atención en cualquier detalle que ella por descuido mostrara; pero en cambio, una hora después, esa misma mujer se desviste por ahí en cualquier lugar público –una caseta de baño de alguna piscina o de alguna playa-- y sale a exhibirse punto menos que desnuda (de hecho desnuda), delante de centenares de personas, probablemente sin educación… Hablando con franqueza y haciendo a un lado las infantiles defensas que suelen hacerse eb estos casos. ¿Se puede llamar pudor a eso? ¿Se puede llamar decencia? ¿Es moral?... No nos hagamos tontos. Eso no es pudor ni decente ni moral.

Desde el punto de vista dela verdad estricta: ¿existe alguna diferencia entre la mujer que públicamente se exhibe en traje de baño, de la que “por ahí” lo hace en ropa íntima?

Por más que quiero, no puedo encontrar la diferencia entre la mujer “decente” que se exhibe desnuda en una playa, y la “mariposilla” que por necesidad p desvergüenza lo hace en cualquier “burlesque” o revistilla de teatro de arrabal.

Si las mujeres no se engañaran tanto con su belleza y atractivos, no serían tan insensatas se exhibirse públicamente en traje de baño.

Ver el trasero a la gente es horrible… y eso es lo que enseñan a todo el mundo las mujeres “decentes” en las playas y balnearios.

Eso del desnudismo en las playas es una grandísima porquería… (Las religiones están cruzadas de brazos ante tanta insensatez…)













domingo, 3 de junio de 2012

DE LAS COSAS DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA


Por: José Tamborrel Suárez

Año: 1952

Si el pueblo norteamericano no pone un “hasta aquí” a la deificación de la juventud, muy pronto se convertirá en un inmenso conglomerado infantil. Todo lo que se refiere a la niñez y a la juventud es bien visto y se doblega ante sus necedades y caprichos. El país es un enorme parque infantil en donde casi todos juegan… Con todas las prerrogativas que disfrutan y la forma tan placentera que deslizan sus vidas, es natural y lógico que a la mayor parte les guste seguir gozando de todo eso… siguiendo el juego, las costumbres, las lecturas y las ideas hasta el fin. He ahí la infantilidad que ten pública y notoria es característica en ese gran país. De los Estados Unidos de América pueda afirmarse que es un pueblo formado por dos clases de niños: chicos y grandes.

Si los Estados Unidos de América tuvieran la tan traída y llevada bomba atómica, ya hubieran pulverizado a la fanfarrona Rusia… y si la fanfarrona Rusia tuviera la bomba atómica, ya hubiera pulverizado al mundo. (¡No es lo mismo poseer un poderosísimo explosivo, que poseer la bomba atómica!)

Los norteamericanos que visitan México se han convertido en verdaderos expertos en lo relativo en la adquisición y uso de los llamados “huaraches”. Ellos aseguran que entre más burdos y pestosos mejor.

La seguridad crea confianza y de la confianza se aprovechan los bribones, que es justamente lo que acontece en los Estados Unidos de América, en donde el ambiente de seguridad crea confianza en su gente, de la cual se aprovechan los malvivientes. Por eso en ese país, a pesar de lo estricto de las leyes, la perfección policiaca, etc., se realizan tantos y tantos delitos que asombran

al resto del mundo. En México, como no existe ninguna seguridad, no existe tampoco confianza, y no habiendo confianza existe temor, que obliga a todos a cuidarse a sí mismos. En México, todo el mundo toma las máximas precauciones en la calle, en el hogar, en el campo, etc., y gracias a ese cuidado que se toma, podemos vivir relativamente protegidos… ¡Lo malo de aquí es descuidarse!... ¡Entonces si!...

En unas estadísticas angloamericanas leí lo siguiente: de cien niños nacidos hoy, sesenta llegarán a los treinta años; treinta a los sesenta; nueve a los setenta y solamente uno a los noventa.

El barrio neoyorkino conocido con el nombre de Greenwich Village, era antes el preferido de los músicos, poetas, pintores y demás artistas. De ahí la fama de ser una especie de Barrio Latino en la gran urbe latinoamericana. En la actualidad es una zona como cualquier otra; pero eso no obsta para que muchos sigan explotando su antiguo prestigio (¡si prestigio puede llamarse lo que fue!), y hagan aparecer como auténticos sitios de reunión de “artistas”, ciertos restaurantes, cantinas y centros nocturnos, para lo cual alquilan vagos y holgazanes verdaderos para “dar color” al lugar, dedicándoles algunas mesas estratégicamente dispuestas. El procedimiento debe haber dado buenos resultados, pues aquellos sitios abundan.

La conformidad es admirable. El ejemplo que dan las mujeres de raza negra que viven en los E.U.A., es una buena prueba de ello. Estas mujeres, a pesar de todos los inconvenientes de su raza en ese país, no se oponen a seguir proporcionándole más ciudadanos.

Se duda que las norteamericanas de raza negra sean reflexivas e inteligentes, y que a pesar de que no ignoran el ambiente desfavorable en que sus hijos se moverán, insisten en tenerlos.

Parece que el “gentlemanismo” inglés (perdón por el neologismo), está a punto de desaparecer. Para Inglaterra será una pérdida de mucha importancia, pues significaría nada menos que la de su personalidad. Una Inglaterra sin “gentlemen”, sería como unos Estados Unidos de América sin dinero…

Un candidato a la presidencia de Estados Unidos de América, tiene forzosamente que poseer las siguientes características, si es que quiere que se le tome en cuenta: vestir con sencillez, gustar del “baseball”, practicar la pesca, acariciar a los niños en público, procurar que los llamen con el diminutivo de su nombre de pila, sonreír venga o no a cuento, exhibirse al lado de su esposa y mostrarse jovial.

Me da pena decirlo: pero lo cierto es que los mejores estudiantes en las universidades norteamericanas, han sido siempre los extranjeros.

Un cálculo conservador hace ascender a ciento veinte mil personas las que anualmente mueren en los E.U.A., por causa de accidentes. Eso significa que mensualmente mueren diez mil personas… trescientas treinta y tres diarias… catorce por hora…

En los E.U.A., anualmente resultan heridas por accidentes un millón doscientos mil personas, lo que equivale cien mil al mes, tres mil trescientas treinta y tres diarias, ciento treinta y ocho por hora… y cerca de tres por minuto…

Cuando en los E.U.A., se lee esa antipática publicidad que se lleva páginas enteras en los periódicos y revistas, relacionada con la gordura, el mal olor de las axilas o el mal aliento de la boca, no puede uno menos de pensar, que toda la gente de ese país huele mal… y que las gordura está considerada como un grave y penoso mal.

Entre un blanco bribón y un negro inocente, siempre resultará condenado el negro… La justicia en los E.U.A., es “tan curiosa” como en todas partes.

Asombrado me quedé cuando leyendo diversas estadísticas norteamericanas, me entré que en ese país los fumadores gastan más de mil millones de dólares anualmente en su vicio: Dólares 83, 333,333.33 al mes--- Dólares 2,777,777.77 diarios… Dólares 115,749.74 por hora… Dólares 1,929.00 por minuto.

En la ciudad de Nueva York existen aproximadamente doce mil pordioseros, los cuales obtienen ingresos que sobrepasan a la importante suma de diez millones de dólares anualmente.

A los Estados Unidos de América: “Una cosa es ayudar y otra entrometerse”. –Richard Pattee--- (condensado de Columbia).

En general, el norteamericano vive mejor que el mexicano; pero no en lo particular.

Lena Horne, la artista norteamericana de teatro y de cine declaró que solamente dos cosas había ambicionado en su vida: triunfar en su arte, y se tratada como gente, considerando su condición de mujer de raza negra. Que lo primero la había logrado; pero que en cuanto a lo segundo, y por lo que a su vida en los Estados Unidos de América se refiere, no, pues siempre en todos los lugares públicos como hoteles, restaurantes, carros de ferrocarril, etc., etc., era menospreciada y humilladla. (”True Confesion”, abril 1949) ¿Y la decantada democracia norteamericana?

Cosa mil veces probada es que nosotros los latinoamericanos conocemos más de los Estados Unidos de América, que ellos de nuestros países… t que conocemos más de ellos, que ellos de nosotros.

Con el fin de saber con alguna exactitud, si en los E.U.A. la proporción de mujeres bonitas y elegantes, y la de los hombres altos, guapos y bien presentados, guardaba el tanto por ciento que el vulgo se supone, un grupo compuesto de seis personas: tres hombres y tres mujeres, con una amplia preparación cultural y antecedentes de refinamiento y buen gusto, conocedores de todos los ámbitos cosmopolitas del mundo, acordaron situarse durante varios días en diversos lugares muy concurridos de las principales ciudades del país, para estudiar y observar detenidamente el caso. Al efecto, después de considerar cuidadosamente el terreno donde se iba operar, se colocaron estratégicamente, repartiéndose el trabajo de observación, y con rápidos y con varios contadores automáticos en la mano. Dieron comienzo a su labor. Seis veces la repitieron, sumaron, sacaron promedios, y el resultado de sus investigaciones fue el siguiente, que echa por tierra toda esa idea de decantadas ideas sobre la belleza, elegancia y esbeltez de la mujer norteamericana, así como el de la estatura, presentación y guapura de los hombres:

Por cada millar de mugres observadas, solamente dos resultaron bonitas.

Por cada millar de mujeres observadas, solamente dos resultaron elegantes.

Por cada millar de mujeres observadas, solamente una resultó poseer vinito cuerpo.

Por cada millar de mujeres observadas, solamente dos resultaron poseer bonitas piernas; sin llegar a ser perfectas. Para buscar esto último, hubo necesidad de establecer grupos de cinco mil, para así poder establecer un porcentaje. Este porcentaje pudo al fin establecerse, después de que el grupo de los seis se estableció en las puertas y alrededores de las grandes universidades, playas, piscinas, etc. El resultado fue de dos mujeres con las piernas perfectas en cada grupo de cinco mil.

Con respecto a los hombres, los resultados fueron los siguientes:

Por cada millar de hombres observados, solamente siete resultaros altos.

Por cada millar de hombres observados, solamente uno resultó ser bien parecido.

Por cada millar de hombres observados, solamente dos resultaron correctamente vestidos.

En cuanto a las observaciones generales, fueron en el sentido de que en ese pueblo abundan las personas bajas de cuerpo y gordas, que la mayor parte de la belleza que exhiben las mujeres es artificial, que una inmensa mayoría consume artículos corrientes y de bajo precio, que existe una extraordinario uniformidad en lo que usan, que los hombres han perdido por completo el gusto para vestir bien, al grado que resulta difícil encontrar uno elegantemente vestido; que todo el país es un inmenso paraíso para los niños y que estos al crecer no dejan de serlo, de ahí la infantilidad que es notoria en ese país. Que es uno de los pueblos que menos come, ya que en medio día solamente toman un emparedado con un vaso de leche o alguna bebida refrescante… Que practican una democracia rarísima puesto que establecen marcadas diferencias raciales entre ellos mismos: con los negros, los judíos, los indios, etc., todos ellos habitantes y ciudadanos del país, y que como tales deberían gozar de los mismos derecho y prerrogativas que los demás… Que es un pueblo de esclavos, ya que todo él no hace otra cosa que trabajar para los diez mil dueños de los principales negocios y artículos de la república…

En los Estados Unidos de América está aún vacante la gloria para el hombre que ponga fin a la bochornosa situación en que se encuentra la gente de raza negra, ciento por ciento norteamericanos, que vive en ese país. Los norteamericanos demuestran una terrible ignorancia y un desconocimiento absoluto de los principios fundamentales del Hombre, al establecer distinciones en una época como esta, y lo que es peor, hacerla con sus mismos ciudadanos, con la gente que convive, con la que de manera afectiva forma parte de su conglomerado, su economía, su política, etc. ¿Qué pensará el mundo de esta situación, dentro de algunos años? Los Estados Unidos de América han avanzado finalmente en su actuación exterior, haciendo a un lado la vieja política dominante y entrometida, que tan odiosos los hicieron a principio de este siglo, principalmente en las Naciones Latinoamericanas. Este avance firme y constante, ha sido extraño dentro de su propio país, en donde con respecto a las cuestiones raciales siguen pensando lo mismo que hace cien años.

Los angloamericanos no entienden ningún concurso de bellaca o de elección de reina para cualquier evento o de elección de reina para cualquier evento, que no sea sobre la case de fotografiarlas o exhibirlas en simple traje de baño,

Lo más probable es que la llamada “Doctrina Monroe” no sea mala, pero lo que disgusta a los países que están al sur del Rio Bravo o Grande, es que Monroe y los Estados Unidos de América la hayan creado, autonombrándose tutores, sin consentimiento de ellos, como si una cosa de la importancia de ésta pudiera hacerse así, porque sí. La política de los Estados Unidos de América con respecto a los Países del Sur, ha sido siempre equivocada, y para decirlo con franqueza: poco inteligente, con una falta absoluta de conocimiento del medio. Con solamente con un poco de tacto y de sentido común, los Estados Unidos de América podrían conquistar nuestro corazón…

La obsesión del angloamericano es la apariencia personal. Para ellos eso significa todo. De acuerdo con su manera de pensar, todo éxito está basado en eso. Una inmensa mayoría de esa gente, puede traer encima todo lo que posee.

Nada más cierto que los norteamericanos para poder hacer vida social, realizar negocios, hablar de amor a una mujer, etc., necesitan forzosamente beber aguardiente. La timidez norteamericana raya en lo increíble. Los únicos momentos en que se humanizan es cuando beben. Su timidez es innata y posiblemente tenga su origen en el puritanismo de los primeros pobladores de la América del Norte.

El norteamericano no concibe ni dl más insignificante acto social si no es bebiendo. Es imposible pensar en un acto social realizado por dos de ellos que no medie la bebida.

Los norteamericanos son tan ingenuos, por no decir otra cosa, que para ellos, los Estados Unidos de Norteamérica, es América. La cosa llega a tal grado, que por ejemplo, anualmente eligen a una “señorita” para que por su belleza represente a su país, y en lugar de designarla con el nombre que le corresponde,, que sería “Miss United States of America”, la designan como “Miss America”… como si los demás países de América no contaran para nada.

Raro es el norteamericano que sabe establecer la división geográfica de América. Para ellos, Norteamérica es su país. En esto se olvidan de Canadá y México, dos enormes y pujantes países. Jamás saben que los mexicanos somos tan norteamericanos como ellos…

¡Las cosas que podría yo contar de los norteamericanos!... Algún día lo haré.









domingo, 27 de mayo de 2012

DE LAS COSAS DEL ESPÍRITU


Por: José Tamborrel Suárez

Año: 1952

Es digno de considerarse el hecho de que los principales directores espirituales de la humanidad, como Guatama (Buda), Confucio, Moisés, Jesús, y últimamente Gandhi, hayan salido de Asia, es decir, hayan sido asiáticos.

¿Puede haber una relación más estrecha, profunda y absoluta que la que existe entre el cuerpo y el espíritu?

La humanidad no es mala pero necesita nutrirse de pan espiritual en todo tiempo… ¡y ese pan es escaso!

La humanidad solamente progresa desde el punto de vista material. Espiritualmente está tan estancada como siempre.

Las cincuenta mil tonterías de la vida moderna quitan el gusto a la mayor parte de las cosas del espíritu.

Para los espíritus selectos resulta muy difícil la convivencia con los demás.

La gente admira a los hombres que se distinguen por su espiritualidad; pero raramente los comprenden--- (¿Comprenderán los mexicanos el elevadísimo sentido espiritual de la dulce y fina filosofía de Amado Nervo?)

Fortalece constantemente tu espíritu, pues sin duda en el curso de tu vida, muchas veces y por infinidad de acusas, sufrirás dolorosos contratiempos.

Es de sabios velar por la tranquilidad del espíritu, cuidándolo de malas influencias y contagios.

El mejor deleite para el hombre culto es entregarse a sus pensamientos.

Solamente podemos llegar a la ansiada serenidad, si logramos fortalecer nuestro espíritu en la escencia del amor y los buenos principios.

Nuestra paz interior es el resultado de la fortaleza de nuestro espíritu.

Un buen espíritu se entiende fácilmente con otros iguales,

Cuando nos encontramos con una persona que hemos dejado de ver por muchos años, debemos hacer esta reflexión: su cara es la misma; pero sin duda su espíritu es otro. (El espíritu cambia sin cesar.)

No buscando las dichas pasajeras o los placeres efímeros, escalaremos más pronto las alturas… esas alturas que la mayoría ¡ni siquiera sospecha!

De cuando en cuando es conveniente y saludable para el espíritu, poner en orden los pensamientos.

Los que poseen un espíritu elevado estarán siempre sobre los demás en cualquier circunstancia, sin que tenga que ver la posición económica o social.

Ciertamente, resulta muy difícil ser espiritual en un mundo como el nuestro; pero ¡bien vale la pena!

Si tratáremos de recordar cuantos espíritus libres hemos conocido en el curso de nuestra vida, nos encontraremos que ninguno. Y es que en verdad, los espíritus libres son raros… Justamente si G. Bernard Shaw, se ha hecho famoso en el mundo, ha sido por eso; Por poseer un espíritu libre jamás sujeto a conveniencias, prejuicios o ideas.

Todo el mundo ha sida ya explorado: los continentes, los polos, las más altas montañas, el fondo de los mares, etc. Ahora falta la exploración más importante que es la del Hombre, en lo relativo a su espíritu. ¿Cuándo se iniciará una exploración de forma para saber en definitiva qué hay de todo esto?

Hasta las cosas más feas vistas con espíritu amistoso y bien dispuesto, nos parecen mejores. ¡Ojalá que así pudiéramos ver todo!...

El cuerpo y el espíritu son dos cosas totalmente opuestas, y que, sin embargo, deben mantenerse unidos. A ninguno de los dos les conviene le conviene estar supeditado; pues tan malo es que el espíritu esté bajo la férula del cuerpo, como este bajo el espíritu. Se trata de dos fuer

Todo lo bueno y lo bello que existe es obra del espíritu. De ahí su preponderancia y fuerza en la existencia de la humanidad.

El famoso “humour” inglés es una especie de de burla sobre los detalles ordinarios de la vida. En cuanto al “espirit” francés, es algo así como un detalle decorativo del pensamiento: de la burla irónica y sutil de las cosas del espíritu.

No se puede ser íntegramente espiritual, sino hasta cuando las principales necesidades materiales han sido resueltas,

No hay labor más subyugante que la de tratar de modelar espíritus sobre bases constructivas y elevadas.

La escala del espíritu es también muy alta. Después de muchos escalones subidos se piensa en ser ciudadano del mundo; luego, espíritu universal.

No hay que olvidar que vivimos, más que de las cosas materiales, de las espirituales, de cosas que jamás podemos ver ni tocar. Veamos: ánimo, fe, esperanza, ilusión, amor, etc. Si no fuera por estas cosas no viviríamos, ni tampoco valdría la pena vivir.

Es lástima que la gente ni siquiera trata de disimular su materialismo. En todas partes fustigan al espíritu sin consideración.

Apenas se reúne un pequeño número de personas, el materialismo asoma, se acerca, toma asiento… ¡y ni quien lo saque de ahí!











miércoles, 23 de mayo de 2012

DE LA CORTESÍA


Por: José Tamborrel Suárez

Año: 1952

El hombre cortés es siempre un hombre que se respeta a sí mismo.

Si somos atentos y corteses con los nuestros, seguramente lo seremos con los extraños. No está bien ser descortés con los suyos y atento con los demás.

No se puede concebir la civilización sin cortesía.

Los modales corteses están desapareciendo. La gente se está olvidando que son necesarios.

Siendo la cortesía suavizadora de la brusquedad humana, debería establecerse su enseñanza obligatoria en todos los planteles educativos. La cortesía es la acción con la que se demuestra el comedimiento y respeto que una persona tiene por otra. Es absolutamente indispensable en el trato de gente. Su acción regula las infinitas relaciones que existen entre las personas. De no existir la cortesía, todo seria un horrible caos, lleno de complicaciones y dificultades. Por otra parte, la cortesía no requiere inteligencia, cultura ni riqueza. Ya alguien dijo por ahí, que era de los pocos bienes que no están monopolizados por los ricos, que siempre han sido los menos corteses.

Los que han experimentado la agradable sensación de ser tratados con cortesía deberían en reciprocidad hacerla sentir a los demás.

En la diaria lucha por la vida, una frase cortés levanta el espíritu y reconforta el ánimo… En cambio, una descortesía, oprime, desmoraliza, hunde…

Si se abusa de la cortesía se le resta encanto.

En la verdadera cortesía nada tiene que ver la adulación o la hipocresía. Ella representa la diferencia natural que debe existir en las relaciones humanas.

Emplear una cortesía irónica demuestra poco tacto, ya que ella no es medio apropiado para tanta tales ironías. La cortesía para que llene su cometido ha de ser discreta, moderada; pero sobre todo sincera.

La caballerosidad y la hidalguía son auténticamente españolas.

Con todo el mundo debe uno ser cortés; pero muy particularmente con los pobres y los humildes. Nuestra cortesía en estos casos debe ser sincera, amable, afectuosa…









DE LA COOPERACIÓN


Por: José Tamborrel Suárez

Año: 1952

Uno de los mejores ejemplos que conozco sobre lo beneficioso y práctico de la cooperación, es el de los burros, que cuando amarrados en los extremos de un mismo lazo, fueron puestos frente a dos buenas fanegas de sabroso y verde pasto, bastante separada la una de la otra. Lo primero que hicieron fue jalas cada uno por su lado para comerse la pastura; pero jalando cada uno por su lado, ninguno alcanzaba, por más esfuerzo que hacían… Entonces, los dos recapacitaron, ¡y eso que eran burros!, y se unieron para despacharse tranquilamente el primer montón, para después seguir con el segundo. Si estos animales, que entre paréntesis, no tienen nada de tontos, como el vulgo se imagina, no se hubieran puesto de acuerdo, y cada uno de ellos hubiera querido salirse con la suya, no hubieran podido siquiera probar la pastura, ya que los dos tiraban del lazo hasta ahogarse…

Cooperemos al bien de los demás en la mejor medida de nuestras posibilidades.

Prestemos nuestra cooperación en todo noble esfuerzo. Jamás nos neguemos a ocupar un puesto n la lucha por el bienestar común.









DE LA CONVERSACIÓN



Por: José Tamborrel Suárez


Año: 1952

A Disraeli se le atribuye uno de los más grandes consejos que conozco. Dice así:--“Nunca disputes. Si alguna persona difiere de ti, haz una cortesía y cambia la conversación”.

No hay cosa que no pueda decirse… ¡si se sabe decir!...

El arte de conversar está desapareciendo a gran prisa. La falta de tiempo t la nerviosidad que se ha apoderado de todos, son las dos causas principales. Ya es muy difícil logar una plática interesante y tranquila. La charla amena es cosa de otras épocas… ¡Dichosos los tiempos en que la gente conversaba apaciblemente horas enteras!... ¡Felices los que pudieron platicar sus cosas en la paz, y al amor del fuego!...

Cuando se quiere agradar a una persona conversadora es muy sencillo: basta dejarla hablar.

En el teléfono deberían evitarse todas esas palabras inútiles que la gente acostumbre, tales como: ¿bueno?, ¿Quién habla?, ¿hola?, etc. Al tomar el audífono concretamente debería decirse: “habla fulano”.

Dejemos a los demás que expresen sus ideas… y si sabemos poner atención a lo que nos dicen, siempre podremos adquirir algún nuevo conocimiento. Hay que considerar que a la mayor parte de la gente le gusta hablar de lo que sabe o de lo que cree saber…

Usemos buenas palabras en nuestra conversación, para que así los buenos pensamientos fluyan más fácilmente…

Las conversaciones deben sostenerse en planos elevados, evitando degeneren en vulgaridades: el cuento “vede”, la murmuración…

Delante de los suspicaces y de los tontos hay que hablar poco y claro.

La buena impresión que suelen dejarnos algunas personas no es por otra cosa, que por habernos dejado hablar a nuestras ancha o por habernos hecho creer que pensaban igual que nosotros.

No existe un solo hombre en el mundo que no sea superior a uno en algún sentido… ¡No hay que olvidarlo! Ese es el secreto para saber interesarse en cualquier conversación.

No hay que hablar solamente de lo que a uno le interesa, sino procurar hablar de lo puede interesar a los demás.

Saber tratar a los demás es un don que no tiene precio. ¿Qué lo que no puede obtenerse sabiendo tratar a la gente?

Como casi todos los hombres de empresa han comenzado desde muy abajo, es fácil conquistarlos, si se logra con habilidad y discreción hacerlos hablar de sus primeros triunfos. No hay nada que guste más a estos hombres que recordar su pasado y hacer comentarios acerca de él. Conquistémoslos por ese lado.

Si cada vez que se oyera una conversación tonta se pudiera dormir, seguramente que todo el tiempo lo pasaría uno durmiendo. Es mejor y más fácil darse a conocer hablando bien de los demás, que hablando de si mismo.

Hay tipos a los que les gusta hablar tanto, que por no ser interrumpidos no son capaces de toser.

Cuando las conversaciones se sostienen en planos elevados, la individualidad crece y el espíritu disfruta y goza.

Decálogo de la conversación:

1. No hablar en voz alta.

2. No hablar en voz demasiado baja.

3. No hablar aprisa.

4. No hablar despacio.

5. No hablar por hablar.

6. No hablar demasiado (aun de cosas interesantes).

7. No interrumpir a quien está hablando.

8. Considerar el tiempo de los otros y de uno.

9. No gesticular, ni accionar demasiado.

10. Ser lógico, claro y preciso.