Por: José Tamborrel Suárez
Año: 1952
Los hombres de carácter norman sus actos de acuerdo con su criterio.
Es mejor reconocer que se carece de carácter, que aparentar que se tiene.
Esplendida cosecha recogerá en vida el que tiene la suerte de poseer un carácter dulce y apacible.
Inteligentemente procura combinar la energía con la dulzura. Es una mezcla que produce magníficos resultados.
Una de las mejores reglas para la formación del carácter es hablar poco y oír mucho.
El que acepta ser esclavo de una costumbre o de un vicio, acepta que ha perdido el dominio de sí mismo, convirtiéndose en una más de la enorme falange "de los sin carácter".
Antes de apelar a los demás, debe uno apelar a sí mismo, a sus reservas de carácter, de voluntad y energía…
Para poder llegar a ser un hombre en todo el sentido de la palabra, debemos disciplinar a nuestro cuerpo y a nuestro espíritu.
De uno depende tener resolución y carácter. No echemos la culpa a nadie de nuestra manera de ser a este respecto. Tengamos valor de confesar nuestra poquedad de espíritu.
El hombre no puede mostrar toda la fuerza de su carácter, sino cuando se encuentra en un momento difícil.
El carácter que tendrá uno, se refleja desde los primeros años.
Hay que tener una buena dosis de carácter para decir cosas que de antemano de sabe van a ser mal acogidas y a producir reacciones contrarias.
Para los hombres de carácter, los contratiempos constituyen el mejor incentivo para la lucha y el éxito.
Para los que no se arredran no existen imposibles.
Los hombres de carácter siempre se imponen. Los que carecen de él están condenados a vivir sujetos a la obediencia.
La voluntad debe imponerse al arraigamiento de las malas costumbres.
Es imposible que las malas inclinaciones puedan arraigar si uno no quiere.
Los grandes caracteres solamente pueden forjarse a través del dolor y el sufrimiento.
No es gracia saber mandar a los demás: la gracia es saber mandarse a sí mismo.
No hay que preocuparse por dominar a los demás. ¡Eso es imposible! Por lo que hay que preocuparse es por obtener dominio sobre sí mismo.
Si uno se sabe controlar, lo más posible es que pueda controlar a los demás.
Ejercitando la voluntad en cosas pequeñas y sin importancia, insensiblemente se va creando una poderosa fuerza interior, capaz de arrollar con todo.
De nada sirve la inteligencia, la cultura, la fuerza y la riqueza, si no cuentan con el apoyo del carácter.
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