Por: José Tamborrel Suárez
Año: 1952
El árbol genealógico es una descripción figurada en forma de árbol, en que se presenta la genealogía de una familia, es decir, la ascendencia, descendencia y demás relaciones de parentesco entre los individuos que la componen. Aparte de la utilidad en los casos de ciertos derechos y cuestiones legales, el árbol genealógico es muy interesante, pues por él se conoce la ascendencia, grado de parentesco que une con otras personas, etc. El ordenamiento de un árbol genealógico presenta muchas sorpresas, pues de manera clara y precisa indica los diversos grados de parentesco que se tiene con personas que uno ignora, y que, sin embargo, llevan la misma sangre y tienen el mismo origen. La gente, preocupada por sus problemas y atada como siempre a su egoísmo, poco caso hace de su origen y de todo lo relativo a ello, excepto cuando le conviene, al grado que es rara la que sabe algo más, aparte de sus abuelos… ¡y eso ya es mucho decir! Los árboles genealógicos deben hacerse de arriba para abajo, colocando primeramente al fundador y primer ascendente de la familia. De izquierda a derecha y por orden cronológico, se colocan los descendientes por generaciones, de modo que todos los que estén en el mismo grado formen una línea recta horizontal. Las generaciones se unen entre si por medio de una perpendicular. Los matrimonios por una curva, que une las casillas por los costados. En ocasiones se suprimen estas líneas de unión en los matrimonios, poniendo la casilla de la persona de que se trata, el nombre de aquella con quien se casó. Si existe duda sobre el parentesco de alguna persona, se deja suelta la casilla que debería corresponderle. Para facilitar las citaciones de las personas que figuran en el árbol genealógico, se numeran las casillas, principiando por el primero de la parte superior izquierda.
Date cuenta que lo de los antepasados si tiene importancia… Y piensa en el papel tan lleno de responsabilidades que lo futuro implica para ti…
¡Qué menos puede uno desear que saber de dónde viene!... Las extensas ramificaciones que presenta un árbol genealógico son de tal manera interesantes, que bien vale la pena llevarlo.
Muy útil e interesante es llevar fielmente el árbol genealógico de la familia.
Todos tenemos:2 padres.4 abuelos. 8 bisabuelos. 16 tatarabuelos.
¡De ahí la posibilidad de que todos seamos hermanos!...
Nada pueda oponerse a esa gran fuerza que es el atavismo. Sin embargo…
Crea tu propia personalidad, imponiendo cuanto sea necesario el posible atavismo que sientas pesa sobre ti.
Todos estamos sujetos a esa gran fuerza que viene de atrás que se llama atavismo o tendencia retrograda, que se define como la propensión que tienen los hijos a heredar de sus antepasados características de color, facciones, manera de ser, inclinaciones, etc.
Guardar respeto a los ascendientes de uno, es guardárselo a sí mismo.
En realidad no somos dueños ni de nosotros mismos. Formamos parte de un conjunto que viene de muy atrás… ¡y que quien sabe hasta dónde puede llegar!...
Es nuestro deber tratar de conservar, aumentar y mejorar lo que nuestros antepasados nos legaron.
En muchos aspectos nuestra personalidad es producto de nuestros antepasados.
Los valores morales, espirituales e intelectuales, son científicamente el reflejo de nuestra constitución física, dependiente de nuestra composición química, dicho esto de una manera muy especial, por lo que a la conformación, condiciones y particularidades del cerebro se refiere, tomando en consideración del resto del organismo. Y si estas cosas inmateriales son reflejo de las físicas, y estas de la herencia, se llega a la conclusión de que lo que somos, lo que logramos, etc., etc., procede de esas fuerzas venidas de atrás.
Es muy importante todo lo relativo a la ascendencia, ya que lo que somos, en lo físico, moral, espiritual y social, se lo debemos en gran parte a ella. Podemos haber nacido con una lamentable constitución física, pudo nuestra moral haber naufragado en alguna ocasión, pudo habernos faltado oportunidad o ambiente para una educación espiritual, socialmente, pudimos haber venido al mundo en condiciones adversas. De todo ello, y desde cierto punto de vista, los responsables son nuestros ascendientes. Pero cuando a pesar de todas esas circunstancias, nos elevamos, desarrollándonos moral, espiritual, física y hasta económicamente, pensamos que lo hemos logrado por nosotros mismos, por nuestro esfuerzo e inteligencia… ¡y nada más inexacto! Lo hemos obtenido a través de fuerzas ocultas en nosotros mismos, venidas de atrás, de nuestros antepasados, heredadas de ellos, y que pudimos desenvolver gracias al favor de condiciones y momentos determinados.
Hablando de los antepasados y por lo que a la familia se refiere, no debe haber orgukllo por descender de ricos, nobles, mandatarios de otros tiempos… pero sí por descender de hombres buenos, honrados o sabios.
¡Pobres los que por poseer títulos de nobleza se sienten superiores a los demás! Su necio orgullo les impide vivir la realidad y conocer tantas cosas, que sólo es posible, cuando se vive despojado de prejuicios y falsa ideas de grandeza.
Poseer títulos de nobleza y guardarlos, ¡magnífico! Pero, exhibirlos, ostentarlos, “darse taco” y presumir de ello, es sencillamente estúpido… ¡mucho, muy estúpido!...
México está sufriendo de una verdadera plaga de títulos nobiliarios. ¡Ya ni se “aguanta” a tanto “príncipe”!
Las obligaciones que tenemos contraídas con nuestros antepasados son ineludibles, si consideramos que a ellos les debemos absolutamente todo.
El porvenir está íntimamente vinculado con el pasado.
Año: 1952
El árbol genealógico es una descripción figurada en forma de árbol, en que se presenta la genealogía de una familia, es decir, la ascendencia, descendencia y demás relaciones de parentesco entre los individuos que la componen. Aparte de la utilidad en los casos de ciertos derechos y cuestiones legales, el árbol genealógico es muy interesante, pues por él se conoce la ascendencia, grado de parentesco que une con otras personas, etc. El ordenamiento de un árbol genealógico presenta muchas sorpresas, pues de manera clara y precisa indica los diversos grados de parentesco que se tiene con personas que uno ignora, y que, sin embargo, llevan la misma sangre y tienen el mismo origen. La gente, preocupada por sus problemas y atada como siempre a su egoísmo, poco caso hace de su origen y de todo lo relativo a ello, excepto cuando le conviene, al grado que es rara la que sabe algo más, aparte de sus abuelos… ¡y eso ya es mucho decir! Los árboles genealógicos deben hacerse de arriba para abajo, colocando primeramente al fundador y primer ascendente de la familia. De izquierda a derecha y por orden cronológico, se colocan los descendientes por generaciones, de modo que todos los que estén en el mismo grado formen una línea recta horizontal. Las generaciones se unen entre si por medio de una perpendicular. Los matrimonios por una curva, que une las casillas por los costados. En ocasiones se suprimen estas líneas de unión en los matrimonios, poniendo la casilla de la persona de que se trata, el nombre de aquella con quien se casó. Si existe duda sobre el parentesco de alguna persona, se deja suelta la casilla que debería corresponderle. Para facilitar las citaciones de las personas que figuran en el árbol genealógico, se numeran las casillas, principiando por el primero de la parte superior izquierda.
Date cuenta que lo de los antepasados si tiene importancia… Y piensa en el papel tan lleno de responsabilidades que lo futuro implica para ti…
¡Qué menos puede uno desear que saber de dónde viene!... Las extensas ramificaciones que presenta un árbol genealógico son de tal manera interesantes, que bien vale la pena llevarlo.
Muy útil e interesante es llevar fielmente el árbol genealógico de la familia.
Todos tenemos:2 padres.4 abuelos. 8 bisabuelos. 16 tatarabuelos.
¡De ahí la posibilidad de que todos seamos hermanos!...
Nada pueda oponerse a esa gran fuerza que es el atavismo. Sin embargo…
Crea tu propia personalidad, imponiendo cuanto sea necesario el posible atavismo que sientas pesa sobre ti.
Todos estamos sujetos a esa gran fuerza que viene de atrás que se llama atavismo o tendencia retrograda, que se define como la propensión que tienen los hijos a heredar de sus antepasados características de color, facciones, manera de ser, inclinaciones, etc.
Guardar respeto a los ascendientes de uno, es guardárselo a sí mismo.
En realidad no somos dueños ni de nosotros mismos. Formamos parte de un conjunto que viene de muy atrás… ¡y que quien sabe hasta dónde puede llegar!...
Es nuestro deber tratar de conservar, aumentar y mejorar lo que nuestros antepasados nos legaron.
En muchos aspectos nuestra personalidad es producto de nuestros antepasados.
Los valores morales, espirituales e intelectuales, son científicamente el reflejo de nuestra constitución física, dependiente de nuestra composición química, dicho esto de una manera muy especial, por lo que a la conformación, condiciones y particularidades del cerebro se refiere, tomando en consideración del resto del organismo. Y si estas cosas inmateriales son reflejo de las físicas, y estas de la herencia, se llega a la conclusión de que lo que somos, lo que logramos, etc., etc., procede de esas fuerzas venidas de atrás.
Es muy importante todo lo relativo a la ascendencia, ya que lo que somos, en lo físico, moral, espiritual y social, se lo debemos en gran parte a ella. Podemos haber nacido con una lamentable constitución física, pudo nuestra moral haber naufragado en alguna ocasión, pudo habernos faltado oportunidad o ambiente para una educación espiritual, socialmente, pudimos haber venido al mundo en condiciones adversas. De todo ello, y desde cierto punto de vista, los responsables son nuestros ascendientes. Pero cuando a pesar de todas esas circunstancias, nos elevamos, desarrollándonos moral, espiritual, física y hasta económicamente, pensamos que lo hemos logrado por nosotros mismos, por nuestro esfuerzo e inteligencia… ¡y nada más inexacto! Lo hemos obtenido a través de fuerzas ocultas en nosotros mismos, venidas de atrás, de nuestros antepasados, heredadas de ellos, y que pudimos desenvolver gracias al favor de condiciones y momentos determinados.
Hablando de los antepasados y por lo que a la familia se refiere, no debe haber orgukllo por descender de ricos, nobles, mandatarios de otros tiempos… pero sí por descender de hombres buenos, honrados o sabios.
¡Pobres los que por poseer títulos de nobleza se sienten superiores a los demás! Su necio orgullo les impide vivir la realidad y conocer tantas cosas, que sólo es posible, cuando se vive despojado de prejuicios y falsa ideas de grandeza.
Poseer títulos de nobleza y guardarlos, ¡magnífico! Pero, exhibirlos, ostentarlos, “darse taco” y presumir de ello, es sencillamente estúpido… ¡mucho, muy estúpido!...
México está sufriendo de una verdadera plaga de títulos nobiliarios. ¡Ya ni se “aguanta” a tanto “príncipe”!
Las obligaciones que tenemos contraídas con nuestros antepasados son ineludibles, si consideramos que a ellos les debemos absolutamente todo.
El porvenir está íntimamente vinculado con el pasado.
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