viernes, 9 de enero de 2009

CRITIQUILLAS XIII

pOR: José Tamborrel Suárez
Año: 1952

Don Porfirio Díaz, opinaba de los mexicanos de la siguiente manera (¡lo bien que nos conocía!):
“Los mexicanos están contentos con comer desordenadamente antojitos, levantarse tarde, ser empleados públicos con padrinos de influencia, asistir a su trabajo sin puntualidad, enfermarse con frecuencia, obtener licencias con goce de sueldo, no faltar a las corridas de toros, divertirse sin cesar, casarse muy jóvenes y tener muchos hijos, gastar más de lo que ganan y endrogarse con los usureros para hacer “posadas” y fiestas… Los padres de familia que tienen muchos hijos, son los más fieles servidores del Gobierno, por su miedo a la miseria. A eso es a lo que tienen miedo los mexicanos: a la miseria; no a la opresión, no al servilismo, no a la tiranía; a la falta de pan, de casa y de vestido, y a la dura necesidad de no comer o de sacrificar su pereza.
En todos los contratiempos que de cuando en cuando surgen entre el Gobierno y la prensa, siempre existe la esperanza de que los puntos de vista de la prensa triunfen y esta se coloque arriba de una vez por todas, como debe ser y tanta falta hace. Desgraciadamente la prensa siempre pierde… ¡y todo queda en las mismas!
No debe permitírsele que la Autoridad sea absoluta. Ese es un grave error. Ella debe estar supeditada a la Justicia y sentir que existe una fuerza superior que está pendiente de sus actos.
Los gobiernos deberían atender preferentemente los problemas relacionados con la niñez y la juventud, que son sin duda los factores inmediatos para la salud, bienestar y progreso de la patria…
Se asegura que para dentro de diez mil años, los políticos mexicanos podrán estar al fin como la mujer de Cesar, es decir, “a salvo de la más leve sospecha”.
Los gobiernos harían bien en prestar más atención a esa ley natural que se llama “de la oferta y la demanda”. Las disposiciones relativas deberían circunscribirse a esta ley y no esta ley a las disposiciones.
Para que la industria prospere es necesario que la demanda supere la producción. En esta cuestión no hay secretos ni problemas. ¡Todo reside en eso!
La maldad con todas sus consecuencias se reducirá grandemente el día que los gobiernos proporcionen e impartan:
Escuelas.
Trabajo.
Justicia.

Diz que en confianza, uno de los más famosos líderes obreros me dijo: “Con habilidad puede uno hacerse inmensamente rico; sin considerar para nada al odioso trabajo”.
Los ujieres y cancerberos no saben decir otra cosa que: “– El señor está en acuerdo”. Y, generalmente, “el acuerdo” de los tales no es otro que chacotear con la secretaría, conversar con los amigos, “dormir la mona”, y cositas así por el estilo.
¡De ninguna manera es posible que los que han intervenido en la inacabable construcción de la carretera México – Pachuca , no se vayan al infierno… ¡Con todos sus millones!...
El problema de México, hacen falta biografías de sus grandes hombres. De ellos apenas si se conoce uno que otro detalle de su vida.
Sería injusto no decir que existen políticos y funcionarios públicos honestos, decentes y buenos. (Pero muy pocos).
El abaratamiento de las cosas no se consigue con leyes ni con disposiciones más o menos enérgicas. Se logra inspirando confianza y facilitando la labor del productor, para que produciéndolas en abundancia, su precio baje.
Alguna institución del gobierno organizó “una expedición” al lugar llamado “Bonampak” situado en el Departamento de Chilón, el estado de Chiapas, diz que para confirmar el descubrimiento de unas ruinas mayas, (conocidísimas desde hace muchos años). Con motivo de dicha “expedición” los periódicos llenaron muchas páginas y se le dio un aspecto novelesco, rayando en lo trágico.
Poco después de terminada la famosa “expedición”, el repórter de uno de tantos periódicos neoyorquinos hizo el viaje en su avión, absolutamente solo, conoció a los habitantes de la zona de los marras, que por cierto nada tienen de particular, obtuvo cuantas fotografías quiso… ¡y, regresó tranquilamente a New York!… ¡Para tener gracia, que sabrosos comentarios podrían hacerse alrededor de este asunto!...
El 95% de las coronas y demás ofrendas florales que es costumbre colocar en la tumbas, aquí se venden hasta diez veces… Los deudos compran una corona, la llevan al panteón, la colocan sobre la tumba… y dos horas después, la misma corona ya está de venta en cualquiera de los muchos “puestos” especializados… ¡La inmoralidad no respeta ni a los difuntos!
No hace mucho tiempo leí en uno de los principales de la Ciudad de México, una inserción, pagada sin duda por los mismos familiares del “ilustre desaparecido”, en la que se hablaba con grandes elogios de los méritos de un político fallecido (que siempre se distinguió por lo vanidoso y por lo bruto), y tras de los elogios, venía una extensa relación de las condecoraciones con las que había sido honrado en su vida. ¡Casi nada! ¡Mil ciento veinticinco!... ¡Friolera!... ¡Las congojas y trajines que le habrá traído obtenerlas!... ¡Pobre!
Después de lo de los cactos en el Paseo de la Reforma, de la Ciudad de México… ¡El diluvio!...
Ya es tiempo que se dicten las leyes precisas con el fin de evitar que los funcionarios se enriquezcan a costa de la salud y de los intereses del pueblo. ¿Qué esperan los Gobiernos para dictar esas leyes que todo el mundo espera con ansia…? ¿Y qué esperan los Gobiernos de los países en que estas leyes existen, para ponerlas en vigor?... Ya eso del funcionario público ladrón debería pertenecer al pasado… A las claras se ve que nada le ha importado a los Gobiernos esta cuestión tan importante…
La gente humilde de nuestro sufrido pueblo, siempre que ve que alguien comete un atentado, abuso, infracción a los reglamentos de tránsito, etc., piensa: ¡Seguramente es del Gobierno! ¡Y raramente se equivocan ¡…
Basta gritar en cualquier parte de la Ciudad de México: ¡Ahí viene el inspector!, para que inmediatamente cunda un pánico indescriptible…
Desde que me acuerdo, siempre se está hablando en México de la construcción de mercados públicos… ¡debe de ser una cosa de la otra vida la construcción de tales sitios tan indispensables, porque a pesar del tiempo transcurrido: CINCUENTA AÑOS, nada se ha hecho sobre el particular, no obstante que durante ese tiempo la ciudad creció considerablemente y su población aumento en cerca de diez tantos. ¡Benditos mercados, tan difíciles de construir! ¿Qué podríamos hacer?...
Diariamente muere más gente caminando a pie, a consecuencia de accidentes de tránsito, que un año viajando en avión. Se hace mucha publicidad cuando avión se estrella. En cambio, ni quien haga caso de los diarios accidentes automovilísticos, que arrojan centenares de muertos y heridos. En el Distrito Federal, la policía toma nota de seis mil muertos y heridos en accidentes de tránsito, cada año (solamente en su jurisdicción). En tanto, en toda la república, mueren por accidentes aéreos, aproximadamente cuarenta personas al año. La diferencia es enorme; ¡pero ni quien la note!... Un avión caído… ¡Un escándalo!... Un autobús chocado… ¡Ni quien haga caso!…
¡Cómo serán las cosas aquí en México, que al día siguiente de que se termino la última gran Guerra Mundial, ya estaba pidiendo dinero prestado a los Estados Unidos de América…! ¡Y eso, después de la bonancible situación económica que México disfrutó durante ese tiempo!...
Refiriéndose a la cuestión del dólar con respecto a nuestra moneda, uno de nuestros flamantes banqueros oficiales comentaba: ¡Los diablos de gringos no se han de salir con la suya, pues si bien es cierto que México carece de dólares, también es cierto que los Estados Unidos de América carecen de pesos mexicanos!... ¡Estamos a la par!...
Como la Ciudad de México es muy grande y todas las calles llevan nombre, aunque la mayor parte de ellas carece de letreros indicándolo, resulta que los que los ponen se ven en aprietos, y echan mano del primero que se les ocurre. Así, hay calles que se llaman de Juan Perico, Juan Lanas, El Piojo, etc.

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