jueves, 27 de octubre de 2011

DE LA AVARICIA


Por: José Tamborrel Suárez


Año: 1952



¡Vivir pobre, para morir rico!... ¡He ahí, la síntesis del avaro!...



¿Sabéis que los hombres más avaros son los que más juegan?... La razón es muy sencilla; los avaros son ambiciosos y por ambición juegan.



La avaricia se produce por exceso de instinto de posesión, dicho esto en términos generales; pero también puede producirse por otras causas como pesimismo, la desconfianza al futuro, exceso de previsión… Pero lo cierto es, que el avaro, sea producto de lo que fuere, es un ser asqueroso y repulsivo, que no tiene otra preocupación que la de poseer más y más… ¡no importa como! Y en su afán desbordante, día a día desciende, y en esa escala va dejando todo lo que es estimable y digno en el individuo: educación, decencia, principios, conciencia, etc. El avaro carece de ideales. No tiene idea de los que es el amor, la piedad y demás pensamientos análogos. El Eclesiastés, refiriéndose a la avaricia, dice: ---"Quién ama ciegamente las riquezas, ningún fruto ni provecho puede obtener de ellas, pues es natural que conservándolas nada le produzcan, excepto el tonto placer de acumularlas… ¡para otros!..."



El avaro es un ser repugnante que sacrifica a cuantos puede sin ninguna consideración… ¡y en beneficio de quien sabe quien!...



¡Qué duda cabe que los avaros se castigan implacablemente a si mismos, cuando se prohíben la mayor parte de los bienes que cualquier mortal disfruta, por modesto que sea!... Ellos se convierten en sus propios verdugos… ¡No poder disfrutar ni siquiera de lo suyo, es el colmo!...



A medida que más se analiza el avaro, más repugnancia y lástima da. Constituye una calamidad social, todavía peor que su contrario: el derrochador. Los dos son malos, ¡malísimos!, pero el avaro siempre es peor…



Atesorar por atesorar es una de las cosas más absurdas que existen, siendo la desconfianza la característica predominante del que atesora. Su miedo al porvenir le hace pensar que su seguridad está en lo que posee.



Todo hombre civilizado debe pensar en el mañana, aprovechando los buenos años de la juventud, para los difíciles de la vejez. Considerar en las épocas prosperas las de escasez, no perdiendo de vista el futuro de los suyos; pero todo esto razonablemente, sin degenerar a una vida de privaciones y sacrificios o de ridículas tacañerías.



La tragedia de los avaros es terrible por las muchas exigencias inaplazables que tiene la vida.



Se debe temer mucho a la avaricia poique junto a ella andan tres o cuatro cosas peores.



¿Cuándo se convencerán los tontos y los ingenuos que se pasan la vida haciendo dinero, que todo eso no será de ellos?



Hasta el ayuno es un pretexto para los avaros.



Es muy cruel la manera cómo se tratan los avaros a sí mismos… Privarse de todo para que los herederos no carezcan de nada… y se den la gran vida.



Una de las señales de que se está uno haciendo viejo es la aparición de la avaricia.



Existen muchas personas que parecen ser avaras y que no lo son. Su previsión y su sentido de responsabilidad las hace ser así. No ignoran lo que se piensa de ellas; pero no, seguras de su objetivo.



Los cuentos que se hacen a costa de la gente de Monterrey, hace apenas unos cuantos años que los de esa ciudad los hacían a costa de los candorosos vecinos de Cadereyta de Jiménez, N.L. (Son los mismos cuentos con ligeras variantes).

















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