martes, 11 de marzo de 2008

DEL AMOR Y DEL MATRIMONIO


Por: José Tamborrel Suárez

Año: 1952









El amor siempre pondrá en derrota al dinero.

Con respeto a la vida amorosa del hombre, por ahí se dice, que hay una época, la primera naturalmente, en que todo se consigue por amos; después otra, en que todo puede conseguirse con amor y con dinero; y la otra, la última, en la que solamente por dinero...

Todo lo mejor que existe en el mundo es producto del amor.

Amor es el sentimientos que atrae a una persona hacia otra de distinto sexo. Es la inclinación natural del hombre a la mujer, o viceversa, como una consecuencia del instinto genésico. El amor es un hecho primitivo, un simple acto natural. Es el sentimiento con caracteres vagos e imprecisos, que por su índole afectiva se hace más apto para ser sentido, que para ser explicado, y que tiene formas sumamente complejas y de difícil determinación. ¡Qué cosas no podrán escribirse con relación a este tema!

Los dos instintos fundamentales de todo lo que vive, es el que de la conservación individual, y el de la propagación de la especie. La expresión del primero en su forma más natural, es la del hambre; y en la del segundo, el amor, que no es otra cosa que la dilatación de la individualidad.

Bajo el amparo del verdadero amor es como se vive mejor la vida.

Inmediatamente que el hombre ama de veras, busca la soledad.


El noviazgo es el romance... es la novela. El matrimonio es la realidad que exige hechos...

El amor es la fuente de personalidad. No hay nada como el amor para crear personalidad en el individuo. El que se siente amado, se siente grande... ¡y se da cuenta de que es alguien!... y hay momentos en que no se cambiaría ¡por nadie!

El casarse tiene sus problemas; pero el no casarse los tiene mucho más.

Entre más grande sea el amor que se tengan dos personas, mayor será en sacrificio que una y otra se impongan en virtud de las circunstancias.

Si el amor no está protegido por la amistad y la camaradería, lo más probable es que desaparezca.

Mientras los hombres prefieren ser el primer amor de una mujer, ellas se inclinan por ser el último.

Es muy difícil que los enamorados se conozcan tal como son, ya que es muy común que cada uno de ellos trate de parecer lo que no es.

Cuando los hombres pretenden la mano de una mujer, procuran presentarse lo mejor posible, alardeando de inteligencia, cultura, buena posición, etc. En apoyo de todo eso, llevan a la novia a los mejores sitios, mostrándose despreocupados en lo que gastan, celosos de su importancia... En la mayoría de los casos se trata de pobres diablos, de ésos, que según la expresión vulgar "no tienen ni en qué caerse muertos". Su iniciativa no va más allá de saber combinar el color de la corbata con el traje..., una cultura a base de revistas ilustradas, y todo así por el estilo. Este engaño que se repite todos los días y en todas partes, bien podría llamarse "prenupcial".

¡Qué ignorantes son los que habiéndoles tocado la exquisita prerrogativa, la de amar y ser amados, destruyen con insensatez lo que la vida solamente concede a unos cuentos! Pero cuando destruyen esa dádiva maravillosa, se destruyen a sí mismos.

Que tu decencia sea aún mayor cuando estés alejado del ser que amas.

La experiencia enseña que no es conveniente que las personas casadas se separen por largo tiempo. Por lo general, estas separaciones largas terminan mal.

La ausencia es algo que no tiene mucho que ver con nuestros sentimientos afectivos, pues nos indica con más o menos precisión la índole e intensidad de ellos. En la ausencia es donde se comprende mejor a los que se ama, y es también donde puede juzgarse con más serenidad y calma sus actos y manera de ser.

En el caso de ausencia entre dos personas que se aman, el gusto de volverse a ver guarda proporción semejante a la de la pena sufrida por la separación.

En tanto que el amor puro desarrolla en el hombre los mejores sentimientos y las más nobles aspiraciones, el deseo concupiscente lo degrada y lo inclina hacia el mal.

El matrimonio suele ser una fuente constante de dicha y felicidad; pero hay que saberlo ganar a fuerza de cariño, constancia, sinceridad, comprensión y lealtad. Pensar que se puede ser feliz simplemente porque sí, sin dar nada, sin ser noble y la base de un perseverante cultivo, al que jamás debe desatenderse en un solo instante.

Es muy difícil que puedan ser dichosos en el matrimonio los que el noviazgo ocultaron sus defectos, en lugar de corregirlos. La franqueza y la sinceridad deben ser una norma en las relaciones de noviazgo, sobre todo cuando está obrando seriamente.

La mujer que ama lo dice en los ojos.

El amor no tiene ojos para ver el mal.

Solamente por los caminos del amor se puede encontrar la dicha.




Para curar las heridas del espíritu: pesimismo, misantropía, esceptisismo, etc., no hay como el amor.




En los matrimonios comunes y corrientes, resulta insoportable para el marido, que la mujer le platique las nimiedades y pequeños sucesos del día, únicas cosas de que en realidad pueden hablar la mayoría de las infelices mujeres, encerradas en estrecho círculo de actividades y relaciones... Pero en los matrimonios en que hay comprensión y cariño y viven la vida magnífica de los enamorados, todas esas nimiedades y cosas sin importancia tienen mucho interés para el esposo.




El fuego del amor hay que sostenerlo constantemente. Con el menor descuido se apaga.




La ausencia con respecto al amor, obra como el agua en el fuego.




Todo amor constituye una serie de obligaciones, deberes y respomsabilidades. Si esto no acompaña al amor, es que no hay amor.




El amor nace de la simpatía, y después se sostiene por medio del cariño, el respeto, la consideración deseo de agradar, dulzura en el trato; sobretodo: por la claridad en todos los los actos.




Cuando existe amor verdadero, y este es correspondido, vale la pena cualquier sacrificio.




El amor ciego nunca puede ser verdadero. En el verdadero amor todos los defectos e inconvenientes deben ser conocidos; pero pasados por alto.




En las parodias de amor, el no amar es el mejor medio de ser amado.




Nadie mejor para mandarnos que las personas que amamos, De hecho uno hace lo que ellas quieren. Es mejor aceptar la verdad, y conociéndola, proceder de la manera más inteligente posible.




¿Puede haber placer más exquisito que reposar la cabeza en el pecho de la mujer amada?




En el caso de los amores apasionados, las situaciones que se presentan por el excesivo sentimiento afectivo, son sumamente complejas, y generalmente con resultados negativos a lo que se desea. Hay más seguridad en el feliz desarrollo de un amor reposado y sereno, que en aquel en que la pasión domina.




A los que no les gusta sacrificarse por los demás, no deben pensar en el amor, en donde todo es sacrificio y abnegación.




En ningún caso se sacrifica y se entrega tanto como en el amor; pero es quizá lo único en que esto no se nota... realizándose sin sentir.




El amor seguirá siendo víctimas hasta el fin... El remedio quizá fuera que la gente supiera lo que es en realidad el amor, ¡cosa imposible!...




El verdadero amor solamente lo pueden disfrutar los amantes virtuosos.




¿Cómo es posible que pueda existir amor entre personas que no son virtuosas? Entre ellas podrá existir todo lo que se quiera... ¡pero jamás amor!...




El amor exige prudencia, abnegación, dulzura, renunciación, delicadeza, consideración constante...




El que engaña en amor, se engaña a sí mismo...




¡Cuánta esperanza puede existir en una sola mirada!...




Amores buenos, ¡amores a la luz del día! (Ojo a las novias).




Las pruebas de amor solamente las piden los bribones y los definitivamente mal intencionados.




Los que aman, en realidad no se buscan para otra cosa que para dignificarse.






Los regalos producen agradecimiento, en el agradecimiento hay simpatía y la simpatía fácilmente genera amor.


En realidad el amor puro que se conoce con el nombre de platónico no existe, ni puede existir, ya que constituiría una desviación del instinto genérico, lo que es completamente contrario al individuo normal. Jamás ha habido un hombre que pudiendo materializar su amor no lo haya hecho. 8se entiende, naturalmente, un hombre normal). La sociedad ha instituido el matrimonio juntamente para materializar el amor puro, según la manera que esto se entiende.


El origen del amor está en esa corriente secreta que se llama simpatía, que es la inclinación favorable de una persona hacia otra y que es común sea mutua. En la evolución favorable de ese sentimiento es como se llega al amor.


Seguramente que no existe dicha mayor que la de amar y ser amado. Desgraciadamente, la inmensa mayoría de la gente no está preparada para vivir esa dicha y apenas la poseen la destruyen.


Una de las cosas que más víctimas hace el amor, es el hecho de que centralizándose la atención, afán, admiración, cariño y todo en una sola persona, se exija demasiado de ella.


El amor por cualquier lado que se le vea constituye una cadena; paro esa cadena vale la pena de ser llevada, no importa su peso, si existe reciprocidad por lo menos en las cosas esenciales. ENTIENNE REY, decía:--"La mujer enamorada de una esclava que hace cargar las cadenas de su amo".


Los que no saben lo que es el amor, ¡muchos por cierto! piensan que la uniformidad lo mata. NINÖN DE LENCLOS, sostenía "que desde que el espíritu de orden se apoderaba de asunto de amor, desaparecía la pasión, sucedía la languidez, asomándose el fastidio y terminando todo en disgusto". Sin duda que el que opinó de esa manera, jamás conoció el verdadero amor, todo dulzura, goce tranquilo, quietud, orden. ¿Por qué no orden? ¿El orden peleado con el amor? ¡No hay razón para pensar así! Sería incongruente y sin sentido que donde hubiera amor no pudiera haber orden.


Una de las mayores desgracias que pueden acontecer es entregar el corazón a quien no se lo merece. De suceder así, se vivirá dentro del infeliz papel de víctima, se sufrirá mucho y se terminará con la más amarga de las desilusiones. En estos casos hay que usar la cabeza antes, antes que el corazón.


El amar y ser amado es el bien máximo que la vida solamente concede una vez... Las demás, en caso de existir, son remedo, conveniencia... ¡cualquier cosa!, menos amor.


Así como cuando un hombre y una mujer se aman sinceramente, es una gloria, así también como las desavenencias conyugales son un verdadero infierno.


No creo que pueda existir una cosa peor dentro del ambiente del hogar, que la esposa sumisa por razón del deber.


Hay infinitamente más fracasos en los llamados matrimonios por amor, que en aquellos en que existen ciertas conveniencias y suficiente simpatía para llevarlos a cabo. En estos, generalmente el amor viene después y se obtiene todo: amor y conveniencia.


Nada más natural que la vida matrimonial tenga sus inconveniencias. La mayor parte de las cosas la tienen. El marido que trabaja en la calle durante todo el día, al regresar por la tarde o por la noche al hogar, lo hace cansado y aburrido, buscando reposo y tranquilidad... La mujer, en tanto, ha estado esperando con ansia su regreso, para platicar, salir a la calle, divertirse, etc. El problema consiste en que para el hombre el regreso al hogar significa el fin de la jornada, en tanto que para la mujer eso mismo significa el principio de la suya o cosa parecida... ¿Qué hacer?... ¿Cuál es el resultado?... compresión por ambas partes... consideración mutua.


ENTRE los fenómenos de la comprensión y entendimiento en los seres y las cosas, hay uno, por cierto bastante común, que consiste en lo siguiente: supongamos que un escritor sale de viaje, y durante un tiempo abandonaba su máquina de escribir... Si en tanto alguien la usa, él lo notará a su regreso, aunque la encuentre exactamente en el mismo lugar que la dejó y sin señal alguna de haber sido tocada. Lo mismo pasa con un jinete con su caballo, de una ama de casa con su horno de pan o licuadora, etc. Pero en donde esto se hace perfectamente sensible es en el caso de las relaciones entre un hombre y una mujer, sobre todo cuando entre ellos existe una verdadera comunión de pareceres y sentimientos.


Es lástima que uno no pueda ser desde el principio de una persona. ¡Tan hermoso que sería!... ¡No hay que rodar tanto, pasando por tantas manos! ¡Para por fin, a veces demasiado tarde, llegar hasta el compañero o compañera definitivo!... Me imagino que fuéramos piedras, que rodáramos por pronunciada pendiente , tropezando con otras muchas... Hasta por fin detenernos al lado de una... ¡Cuántas manos tienen que acariciar nuestra fuente, hasta encontrar las que nos han de acariciar siempre!... (¡Y muchas veces, las que creemos definitivas, tampoco lo son!).


En la relación amorosa entre el hambre y la mujer, lo primero que que debe existir es la atracción espiritual, la cual se traduce en elisión, que es cariño, gusto, simpatía. Solamente partiendo de esta base, es que más o menos se puede juzgar la duración o efectividad y efectividad de los lazos de unión entre ellos. Los fracasos, tan frecuentes en estas cuestiones, se deben principalmente a que se dejan llevar por los exteriores: belleza, guapura, elegancia, etc., circunstancias que nada tienen que ver con las realidades de la vida y con las necesidades espirituales que todo ser humano tiene.


Horrible tragedia la de aquellos que viven juntos solamente porque se gustan en el aspecto físico.


Todo matrimonio nuevo debe llevar consigo un buen cuchillo para poder cortar el pastel de muchas amistades inconvenientes.


Pocas esperanzas de felicidad tiene los que se han enamorado atraídos solamente por la belleza física. En primer lugar, porque ese tipo de belleza nada dice en las cosas del espíritu, que es el todo en la dicha del alma, y en segundo, porque es cosa que desaparece, generalmente pronto. Además, una vez acostumbrado a ella, suele cansar o pasar inadvertida. La única belleza efectiva, siempre sólida y constante, siempre leal y buena, es la del alma.


El amor no conduce a la locura; pero cierta locura si conduce al amor.


Millones de personas están casadas... y, sin embargo, viven solas,


Los matrimonios fulminantes, ¡tan de moda en estos tiempos!, son siempre un fiasco... ¡Hay que considerar que si fracasan los que se toman mucho tiempo para conocerse y estudiarse mutuamente!... ¡Con mayor razón los que dan ese paso con los ojos cerrados!...


Los matrimonios pueden ser felices, aunque cada quien piense diferente, siempre y cuando cada uno de ellos cumpla con su deber.


Hombres y mujeres deben considerar que el matrimonio no es un constante sueño de amor, sino que entraña una serie de problemas y responsabilidades, a las cuales hay que enfrentarse diariamente y sin titubeos.


En el matrimonia hay que llevar la idea de que es el paso más serio y definitivo de la vida; de que pase lo que pase, se debe permanecer firme en su puesto, que la batalla se dará en el terreno que sea necesario y a través de todas las vicisitudes que se presenten; que confiadamente se perseguirá la paz y la felicidad hasta donde eso sea posible.


Una de las cosas más gratas que existen es respetar y obedecer a los que amamos... Es natural que junto con el amor se les dé obediencia y respeto.


Nunca será bastante repetir lo de la enorme diferencia que existe entre el amor y el deseo... ¡No hay que confundirlos!...


Infinita es la gente que cree que ama, lo que solamente desea.


El deseo es uno de los movimientos humanos más mañosos que existen, de tal manera que fácilmente pueden lograr se le confunda con el amor...


Hijo del deseo es el hastío, y su nieto, el abandono.


La razón verdadera siempre surge en los matrimonios, cuando esposo y esposa se la conceden mutuamente.


Particularmente, la vida de uno no tiene mayor importancia, sobre todo los que creemos saber vivir; pero, en cambio, si la tiene para los que nos aman.


Las dificultades en los matrimonios desavenidos pueden desaparecer simplemente con que alguno de los dos luche sinceramente para evitarlas.


Entre más difícil es el carácter de un hombre, más susceptible es de ser vencido por el amor.


Si a uno le agrada ser mimado, lo primero que hay que hacer es mimar...


Muchas mujeres creen que tienen que ser amadas sin poner algo de su parte. Es un error pensar así. En el amor hay que dar para recibir y, sobre todo, ser el primero en dar. Cuando se deja de dar es cuando ya no se ama. El hombre sensato solamente distingue con su afecto a la mujer que se preocupa por él, que se interesa por sus cosas, que siente sus problemas.


Las mujeres casadas jamás perderían a su marido, si real y sinceramente se preocuparan por sus cosas.


La mujer casada, con constantes deseos y caprichos, traerá siempre revuelta la economía del hogar por sólida que sea.


Uno de los más graves errores que suelen cometer las mujeres casadas, es mentir al esposo... ¿Qué puede haber más grave que eso?... ¿Quien podrá creerlas después?... ¿Cómo poder vivir con una persona a la que es indispensable creer... y no se le cree?...


No se jure jamás al esposo, excepto amor... ¡y eso cuando él lo pida!...


La esposa que refunfuña, discute y cela, a la corta y a la larga está perdida.


La mujer que se casa debe considerar que a partir de ese instante, sus amistades t relaciones quedan supeditadas al parecer del esposo. Para ella, en ese aspecto, casarse es como volver a nacer.


Cuando la esposa desconoce el valor del dinero y lo que cuesta obtenerlo, ya existe un principio de fracaso en el matrimonio. Lo mismo cuando no se preocupa por el orden y arreglo del hogar, la cuidadosa selección de los alimentos y su presentación personal.


La mujer frívola no nació para el matrimonio. Sus devaneos, su deseo de lucir y su manera de ser en general, no comulga con los principios que rigen en el matrimonio.


Los hombres siempre escogerán por esposa a las mejores mujeres. Entre una que acostumbra beber y fumar, a otra que no lo haga, siempre preferirá a la última. Entre una que vista con descaro y la otra que lo haga con dignidad y decencia, se inclinará por la mejor... ¡y así en todo!...


La comida desabrida y la ropa descuidada enfrían más matrimonios que otras cosas al parecer más importantes.


Las mujeres tontas e indiferentes son incapaces de mantener el cariño y el respeto del marido.


La mujer que solamente se preocupa de sí misma, está condenada a se desdichada en amores.


En el amor hay que dar para recibie... ¡Dar! ¡Dar! ¡Siempre dar!...


Frecuentemente se oye decir que se abusa mucho de la palabra "maravilloso", que se usa sin ton ni son... Es muy posible que así sea; pero hay que considerar que existen muchísimas cosas tan bellas y extraordinarias, que relmente merecen ser llamadas "maravillosas"... ¿No es acaso maravillosa la mujer santa y serenamente cumple con su deber dedicada al hogar, sustentándolo con prudencia y abnegación, y haciendo de él un remanso de paz y tranquilidad?...


La gloria en casa es la dulzura de la esposa.


Siempre será mejor partido para la mujer, el hombre honrado y trabajador, aunque sea pobre, que el rico flojo, de dudosa solvencia moral...


La mujer casada debe tener interés y en muchos casos tomar parte en los esfuerzos y actividades de su esposo, del cual debe ser leal amiga y consejera, dejando de ser lo que ha sido hasta ahora: distracción y recreo del hombre, o en el mejor de los casos: madre de sus hijos.


Las mujeres hacen mal en precipitarse a contraer matrimonio. Las precipitaciones en estos casos siempre resultan funestas. La mujer debe poner en esto todo su buen juicio y sentido común, como lo es efecto, que el matrimonio es un paso definitivo en la vida, y que el divorsio de ninguna manera es o puede ser una solución, y sí una dolorosa t terrible experiencia.


La mujer que piensa reformar al hombre una vez casada, es una tonta, que sin excepción falla; pues estos casos de reformación son rarísimos, al grado que bien puede asegurarse no existen.


La mujer antes de enamorarse debe ver de quien lo hace, pues una vez enamorada es muy dificil pueda discernir y ver las cosas con claridad, máxime si se considera que de hecho está en manos del galanteador, que lo mismo puede ser un hombre bienintencionado, que un redomado bribón.


Para la coqueta, el amor es una simple farsa, de la cual hay que obtener el máximo provecho. Para los "Don Juanes", el amor es un pasatiempo al que conceden sus preferencias.


La perfecta esposa debe tener, además de las cualidades que pudieramos llamar matrimoniales, en el sentido del buen orden y arreglo del hogar, las del sentido espiritual, como la prudencia, la abnegación, fortaleza de ánimo, serenidad de espíritu...


Los hombres cuando se casan, buscan una compañera que les proporcione toda clase de solicitudes y atenciones en su comodidad y gustos en general. La mujer debe procurar llenar las necesidades del hombre en la mejor medida de sus posibilidades, considerando que de no hacerlo, puede exponerse a que él busque fuera del hogar lo que no puede hallar dentro.


Es muy dificil que una mujer que esté compenetrada de los deberes y responsabilidades del matrimonio, fracase.


Muchas mujeres tontas o ramánticas se casan solamente por lucir el anillo de boda. Este tipo de mujer, que por desgracia abunda, facilmente se deja embaucar por las palabras dulces de un galanteador cualquiera... El despertar de estas pobres mujeres es terrible, cuando se dan cuenta que tienen por esposo a un hombre ordinario, cruel, malvado, egoísta...


Es más facil que se case unaviuda de treinta años, que una soltera de veinte, sobre todo, si la viuda posee algún patrimonio aunque sea modesto. Cierto tipo de hombres prefiere a las viudas, quizá porque estas tienen un mejor conociemiento de la vida, y, sobre todo, porque suelen tener bienes de fortuna, que astutamente pueden disfrutar.


Cierto tipo de mujeres casaderas ¡de estos difíciles tiempos!, se desviven por encontrar al hombre suficientemente hábil, para ganar mucho dinero; y suficientemente tonto, para gastarlo...


Si las jóvenes cadaderas pudieran asomarse a la vida de las casadas, y ver sus complicaciones, necesidades y miserías, seguramente no se casarían, sino hasta cuando relmente se sintieran protegídas por la salud y la moral del hombre que deseara ser su esposo.


La mujer arriesga más que el hombre en el matrimonio, por lo tanto tiene el derecho de tomar todas las providencias posibles, investigando los antecedentes del que desea ser su esposo: su educación, principios, medios económicos, etc....


Una buena esposa jamás debe contraer deudas sin consentimiento de su marido, porque tarde o temprano le acarreará serías deificultades. Además, el procedimiento no es correcto, ya que en el matrimonio nada debe hacerse sin mutuo acuerdo.


Una cosa reprobable en la mujer casada, y que la coloca en el papel de una vulgar sirviente, es la costumbre de sisar en el gasto o tomar dinero de los bolsiloos de su esposo, sin que éste lo sepa.


Parece mentira; pero es el caso que existen infinidad de mujeres que solamente soportan a su marido... por su potamonedas...


Es muy dificil que una mujer verdaderamente virtuosa no encuentre un buen esposo.


Aunque parezca increible, la mejor manera de retener un marido es dándole bien de comer. Los hombres no son otra cosa que niños crecidos a los que hay que mimar y consentir.


Cierto tipo de mujeres no le gastan un centavo al marido; pero en cambio le gastan la honra.


Si la mujer dedicara integros los primeros ocho o diez años de matyrimonio al hogar, esposo e hijos, sería muy bueno, ya que serviría para afianzar y robustecer la felicidad para el resto de la vida matrimonial.


La mujer casada debe ser extraordinariamente cuidadosa de sus actos y comportamiento, particularmente en ausencia de su esposo. La vida de la mujer en estas circunstancias debe ser clara y definida para evitar murmuraciones y dudas, que puedan destruir su felicidad.


Es mil veces mejor permanecer soltera, que mal casada.


Es cosa sabida que nadie experimenta en cabeza ajena; pero mucho menos en las cosas relativas al matrimonio... Inútil es que la joven casadera observe fracasos en su alrededor, que siempre insistirá en dar el paso deisivo, exponiendosa a engrosar las largas filas de los desavenidos y los desdichadas.


Es absurdo que la mujer se case por no permanecer soltera o por tener quien la mantenga. Cualquiera de estos dos caminos conduce directamente a la desdicha y al fracaso.


Mal proceden los que hacen de la ceremonia matrimonial una comedia social.


Casarse es fácil, ¡facilícimo! Lo difícil es poseer el entido de responsabilidad necesario para sostener la la situación.


Las dos palabras que más usan los enamorados, son: siempre y nunca.


El amor, ¡naturalmente, el verdadero!, es muy serio y muy raro...


La única base realmente firme de la felicidad es el cariño.



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