sábado, 25 de abril de 2009

CRITIQUILLAS XXIV

Por: José Tamborrel Suárez
Año: 1952

De la ciudad de México al puerto de Tampico se hacen solamente ocho horas de camino por la carretera; pero al llegar allá, a Tampico, hay que cruzar el río Tamesí por medio de un chalán, y entonces ahí se pierden seis, ocho, diez horas, hasta por fin cruzarlo.—Cuando se llega al lugar llamado “Moralillo” después del recorrido de la ciudad de México a Tampico, se encuentra uno con centenares de vehículos de todas clases: automóviles, camiones de carga, de pasajeros, motocicletas, etc., etc., detenidos en ambos lados del río, esperando turno para poderlo cruzar. El paso de los vehículos se va efectuando con una lentitud desesperante: de cuatro a seis en cada ocasión… Horas y más horas se pierden ahí lamentablemente. Miles de personas detenidas en los dos lados del río, sin hacer nada; pero sufriendo las inclemencias del tiempo, hambre, sed, cansancio, etc. ¡Y pensar que en estos tiempos, los ingenieros militares construyen un puente, como el que aquí hace falta, en unas cuantas horas…! Pero carecemos de gobierno… ¡Nadie se fija en esas cosas! ¡El pueblo sufre y calla…! Lo cierto es que la detención que ahí se sufre ya cuesta muchos centenares de millones de pesos, solamente por concepto de la pé5dida de tiempo de miles y miles de personas diariamente… ¡Y solamente Dios sabe hasta cuando durará esto…! Claro esté que cuando un político o funcionario del Gobierno llega por ahí, inmediatamente cruza el río. ¡No faltaba más…!
Y hablando de Tampico, ¡qué cosa tan espantosa es eso! Una enorme ciudad en el más completo de los abandonos gubernamentales. Ahí no hay drenaje, no hay pavimento, banquetas, jardines,… ¡No hay nada! Más que lodo polvo, moscos y moscas, basura, zanjas con toda clase de detritus, suciedad, miseria… No hay lugar peor en toda la República, y eso, que las hay terribles… ¿No sería posible que por patriotismo, por vergüenza, por dignidad o ¡por lo que se quiera! El Gobierno Federal tomara a su cargo esa porquería y con inversiones de cuarenta o cincuenta millones de pesos anuales se le transformara hasta convertirla en un lugar habitable, decente, razonable…? La mejor prueba de que en México jamás han existido gobiernos responsables es TAMPICO.
Sería conveniente que el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica nos diera a conocer, con toda precisión, cual fue exactamente la misión que desempeñaron los aviadores mexicanos (Escuadrón 201) cuando estuvieron a sus órdenes en Filipinas o dónde hayan estado.—Hasta ahora, el pueblo mexicano no sabe absolutamente nada de eso, excepto lo que los periódicos han querido decir, que de ninguna manera es de considerarse (¡ya sabemos por qué!) Mucho se ha rumorado que esos señores aviadores se la pasaron tranquilamente…
OAXACA, ha cambiado mucho en los últimos veinte años. Ahora sus calles están bien pavimentadas, existen magníficos edificios, buenos hoteles, policía correctamente uniformada, etc.…. Pero no se trate de ir a lo que por lo general va uno a Oaxaca –visitar las ruinas de Mitla y Monte Albán--, porque entonces toda la buena impresión del viaje, de la ciudad de Oaxaca y desaparece, para llenarlo a uno de asombre y de indignación. Sencillamente se encuentra uno con que no hay camino para llegar a esos dos importantes puntos, razón y todo del consabido viaje. En efecto, si se trata de llegar a Mitla, la flamante carretera que se aparta un poco antes de la llamada Panamericana, llega exactamente hasta la entrada del pueblo de Mitla… De ahí en adelante la perspectiva no puede ser peor; una interminable red de callejuelas polvorientas, llenas de basura, de moscas, etc., sin que exista ni la más insignificante indicación sobre el camino que conduce a las ruinas. Solamente después de tragar mucho polvo, sacudirse las pegajosas moscas, preguntar muchas veces, errar otras tantas, atravesar un río que carece de puente, romperse una o dos de las muelles del automóvil, etc., se llega a las famosas ruinas. Y asombrado se pregunta uno ¿pero es posible que el Gobierno, que se ha gastado tantos y tantos millones de pesos para construir la carretera que pasa por la ciudad de Oaxaca y llega hasta las orillas del pueblo, no haya podido gastarse cien o doscientos mil pesos más en hacerla llegar hasta las ruinas? ¡Bueno!, ya no digamos eso, que no es nada pedir, si se considera la enorme importancia turística que tiene para el País y para Oaxaca las referidas ruinas, siquiera que el desgobierno local se gastara modestísimos veinte pesos en mandar a poner unas “flechas” indicadores a las asquerosas callejuelas del infeliz pueblo de Mitla, señalando el rumbo de las bellas ruinas… Pero ahora, sigamos con las ruinas de Monte Albán. Ahí la cosa no tiene nombre, ¡por no decir otra cosa! No existe ningún camino para llegar a ellas. Lo que se llama camino y por donde forzosamente tiene uno que pasar, es una especie de vereda ampliada, más propia para el paso de cabras que para el paso de un automóvil… Con observar detalles de esta naturaleza, de sobra se da uno cuenta de la irresponsabilidad de los hombres que siempre nos han gobernado…
Y no se crea que se trata de un camino de ochenta o cien kilómetros, ¡no señor! Se trata simple y sencillamente de un pequeño tramo de siete u ocho kilómetros a lo sumo. —Hay que considerar que para conocer y estudiar las ruinas de Monte Albán, llegan a Oaxaca millares de personas de todas partes del mundo, y todas ellas, sin excepción se quedan perplejas ante el hecho insólito de que no haya siquiera un mal camino y, esto, después de más de veinte años de estarse “trabajando” en ellas… (Estas ruinas siempre fueron conocidas por la gente de Oaxaca; pero hasta los últimos años fue que el Gobierno dispuso que se realizara algunas excavaciones, las que han dado como resultado hallazgos o “descubrimientos”).
Existen dos sindicatos de dizque obreros de la construcción, los cuales no tiene otra misión que la de estafar a todo aquel que construye una casa en el Distrito Federal. La “cosa” es así: Apenas se inician los trabajos de una obra, inmediatamente se presenta un tipejo de mala catadura, con un sobre que no contiene otra cosa que un pliego de peticiones, de lo más torpe y absurdo que es posible imaginar. —Ante el asombro o espanto del infeliz propietario de la obra, el tipejo de marras sonríe y con ademanes afectuosos se acerca, y en torpes términos deja decir que la cosa puede tener “arreglo”. Cuestión de pesos… Si el “arreglo” se hace, entonces ahí mismo termina todo, el tipo llama a dos “guardas-espaldas” que a cierta distancia observan, los cuales entregan un tablero de madera pintado de rojo y negro, con el nombre del flamante “Sindicato” y ahí termina todo. Pero si desgraciadamente no se llega al “arreglo”, entonces sobreviene una especie de catástrofe: Suspensión de los trabajos, bandera roji-negra, demanda ante las Autoridades del Trabajo, abogados, molestias, pérdidas de tiempo y chorros de dinero por todas partes… Así es que mejor es tener el “arreglito” y apechugar con los dineros, permitiendo que esa fabulosa estafa que ya dura decenas de años continúe ante la más completa indiferencia de todas las Autoridades… ¡Bendito sea Dios!

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