Por: José Tamborrel Suárez
Año: 1952
En las grandes penas, el tiempo juega un papel muy importante. Cuando por experiencia ya se conoce lo que significa, hay veces que bien puede uno decir: -"Si logro soportar esto un mes más estoy salvado".
Los árabes dicen: -"Que venga el mal cuanto antes; pero que venga solo"... ¡Y cuánta razón tienen!...
La vida no puede considerarse completa, sino se han conocido los rigores de la adversidad.
Si pusiéramos todo nuestro interés en cultivar algún elevado ideal, nos ayudaría grandemente en nuestras horas amargas y difíciles. ¡Tantas por cierto! Ese ideal nos serviría de refugio y de consuelo.
En los reveses de fortuna no pierdas la moral, y en los del espíritu, afiánzate con fuerza a tus convicciones y principios.
Cuando se pierde la moral es cuando realmente está uno arruinado.
Si tu espíritu no flaquea, estás salvado.
La adversidad es la suerte contraria. El infortunio. La situación desgraciada en que se encuentran los seres. Es, asimismo, una admirable forjadora de las virtudes del Hombre. A través de ella se crece, desdoblada, lucha y aprende. Por otra parte, la adversidad siempre ha sido una base magnífica para una personalidad.
Es muy difícil pueda existir un concepto cabal de la vida y sus cosas, si el espíritu no se ha templado en los rigores de la adversidad.
Cuando la adversidad llame a tu puerta, echa mano a todos los recursos morales y espirituales con que cuentes, pensando que a pesar del mal que te cause, terminará por ser buena contigo.
Muchas veces al descubrir la amargura y los sufrimientos de los demás, quisiera uno poderlas apretar contra el pecho y llorar con ellos.
Todas las penas; pero principalmente las de índole moral, fortifican el espíritu.
Shakeaspare, decía: -"Una desgracia va siempre pisando la ropa a otra, tan inmediatamente caminan". Y así es; pues el infortunio todo lo complica. Además, es lógico que infortunio traiga infortunio. Una desgracia trae más desgracias. "Desgracia llama desgracia", dice un refrán español.
Se deben resistir los días aciagos y difíciles. Ellos se van, pero el tiempo los empuja, y tras ellos, ¡qué duda cabe!, vendrán los días venturosos con su esplendor y alegría.
Los días aciagos son tan saludables para el espíritu y para una comprensión mejor de la vida, que, por eso, una vez pasados, se les recuerda gratamente... ¡y muchas veces hasta se suspira por ellos...!
En la vigorización constante de los principios morales, está la mejor defensa contra los reveses y las contrariedades.
Las mejores realizaciones del hombre tuvieron siempre su origen en la escuela de la adversidad. En ella es donde se han creado las más maravillosas ilusiones, que un día pudieron hacerse realidad...
En las "caídas" es donde hay que demostrar la fortaleza moral que se posee. Confucio, decía: -"La gloria no radica en no caer jamás, sino en levantarse cada vez que caemos".
No todos los hombres que matan son malos. En estas cosas hay mucho de fatalidad y de condiciones adversas.
Es muy difícil que el mal venga sólo. Casi se podría afirmar que eso no es posible, dado que no hay acto, que por insignificante que sea, que no tenga repercusiones. Al mal en sí no le demos mayor importancia; pero estemos alertas en sus repercusiones.
Con la prosperidad hay amigos. Con la adversidad ¡nada!
La adversidad es cobarde. Generalmente no resiste una actitud resuelta...
Si vemos la adversidad, salgamos a su encuentro. Démosle la cara. No perdamos nuestra presencia de ánimo.
martes, 15 de enero de 2008
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